Como ayudar a mi hijo durante la etapa escolar
¿Cómo ayudar a mi hijo en el colegio?
Desde que nuestros hijos atraviesan por primera vez las puertas del Colegio con su mochila de colores con olor a nuevo, dispuesta a llenarse no sólo de libros, sino también de risas, emociones y vivencias, hasta que abordan 2º de bachillerato con la ilusión del nuevo futuro cada vez más cerca, a los padres se nos pasan por la cabeza muchas dudas y preguntas, estando siempre presente entre ellas cómo podemos ayudar a nuestros hijos a que su etapa educativa sea lo más satisfactoria posible.
Se hace, por la tanto, indispensable desde bien pequeños, la búsqueda de espacios y momentos compartidos de diálogo en los que nuestros hijos puedan contarnos emocionados las nuevas letras aprendidas, cómo se dice una palabra en inglés o cómo hacer un pulpo con colores y un canuto de papel de baño. Para ellos, cualquier nueva experiencia supone un maravilloso descubrimiento del que nos quieren hacer partícipes, buscando hacernos cómplices del sentimiento vividos por ellos al aprender en clase. Estos momentos de emoción por todo lo nuevo, ante el descubrimiento, esta motivación por aprender, son pequeños tesoros de experiencias compartidas que guardaremos para siempre y que ayudarán a tener una visión positiva, en el futuro, de sus años en el Colegio.
El aprendizaje cooperativo entre hijos y padres
A medida que crezcan y aumenten su bagaje personal y académico, buscarán en nosotros nuevos puntos de vista de lo aprendido u ocurrido en clase, haciéndonos compañeros de su día a día y buscando el apoyo a la hora de estudiar (o la mera demostración de lo bien que se saben el tema) – “¿Me preguntas el control?”- son palabras a las que cualquier progenitor se ha enfrentado alguna vez y que han cambiado nuestros planes más inmediatos. Aunque pueda ser tedioso enfrentarse a cuáles son las partes de la planta, a la cancioncilla machacona de los elementos químicos o a la larga lista de los verbos irregulares en inglés, cuando lo que realmente se tiene en mente es un merecido descanso con la ropa de andar por casa puesta, es importante hacer de tripas corazón y esgrimir nuestra mejor sonrisa mientras volcamos nuestra atención en su recitar de sabiduría, pues no sólo nos cercioraremos de si el estudio se está realizando de una manera eficaz, sino que sentirá nuestro apoyo, haciéndonos de esta manera partícipes de su aprendizaje.
Si logramos esta implicación, estaremos construyendo unos sólidos cimientos sobre los que asentar la confianza en el trabajo bien hecho y, si por algún motivo, no se alcanza el resultado esperado, podremos ser el apoyo que ellos necesiten para sobreponerse, sin escuchar por nuestra parte recriminaciones por los errores cometidos y encontrando en nosotros la experiencia y el apoyo para evitar tropezar, de nuevo, con la misma piedra, así como un guía para orientarlos por el camino adecuado ¿Quién no ha sacado alguna vez una mala nota que no se esperaba? En este clima de confianza y sinceridad mutua podremos detectar de una forma más eficiente qué ha podido fallar para remediarlo y evitar repetirlo, desde un mal día, falta de estudio o no haberlo realizarlo de una manera adecuada, a los inevitables nervios a la hora de plasmar lo que me pide el profe y evitando de esta manera llevarnos la sorpresa de encontrar un control, normalmente con mala nota, arrugado en el fondo de la mochila a medida que se van haciendo mayores.
Automatizar hábitos saludables para niños
De igual forma, a medida que los cursos de Primaria comienzan a avanzar, también nos convertiremos en facilitadores del estudio de nuestros hijos; es importante habituarles a hacer los deberes o trabajos del cole en un cuarto bien ventilado, sin ruidos y en una mesa de estudio amplia y con buena iluminación, de manera que puedan tener a mano los materiales y recursos necesarios, como libros, material escolar o el ordenador y asegurándonos puntualmente de que están realizando un uso adecuado de los mismos. Además, un fomento adecuado del orden del espacio de trabajo redundará en un estudio mucho más fluido y productivo, evitando parones innecesarios y consiguiendo una mejor asimilación de los contenidos que se trabajan.
Fomentar la lectura para ayudar a nuestros hijos
En esta edad el gusto por la lectura crece rápidamente en los niños si lo fomentamos con naturalidad… ¡Qué mejor que un buen libro para desconectar antes de irnos a dormir!, pues sin darnos cuenta, somos el espejo en el que ellos se ven reflejados. Hoy en día nuestros hijos tienen un amplio abanico de elección de géneros y títulos que encajen con sus gustos, desde el último libro de su “Youtuber” favorito, hasta las clásicas novelas con las que también nosotros disfrutamos de pequeños; a buen seguro muchos aún recordaréis títulos como “Fray Perico o su borrico” o “Charlie y la fábrica de chocolate”. Un ratito de lectura cada día no sólo mejora la capacidad lingüística y de comprensión, sino que también desarrolla otros aspectos muy importantes para el desarrollo de nuestros hijos como la imaginación o la concentración, por destacar alguno.
Los cambios en la adolescencia
Con el paso de los cursos y en un abrir y cerrar de ojos, nos despertaremos un día sin saber en qué momento se ha producido la transformación en la que, “mi niño pequeño”, ha sido poseído por un chico enorme de voz grave o por una mujercita con la que toca lidiar a diario porque piensa que el uniforme no le queda bien… ¡Bendita adolescencia! En esta etapa es inevitable que nuestros hijos den más importancia a los amigos, con los que desean pasar más y más tiempo ya sea en persona o a través de las diferentes redes sociales. No podemos luchar contra este nuevo estatus en el que nos vemos relegados a un segundo plano, dando con gusto un paso a un lado, con el fin de que nuestros hijos encuentren el espacio y las nuevas experiencias que ellos necesitan y que nosotros no podemos ofrecerles. Es inevitable que desde la sabiduría que nos otorga lo vivido, les demos consejos para evitarles a ellos (o a nosotros mismos) disgustos posteriores, pero al fin y al cabo deberán ser los que tomen sus propias decisiones, conociendo los beneficios o perjuicios que éstas les pueden reportar. Ya lo dijo el poeta británico Alexander Pope “Errar es humano, perdonar es divino y rectificar es de sabios” y allí estaremos nosotros, al pie del cañón para cuando nos necesiten.
Nosotros mismos podremos fomentar momentos esporádicos de conversación con la excusa de una merienda inesperada (con lo que más les gusta comer), un par de capítulos de esa serie compartida que tan enganchados nos tiene, o una tarde de compras juntos. De igual manera podemos aprovechar para realizar una supervisión, desde la distancia, del nuevo mundo que suponen las redes sociales y en el que inevitablemente se adentrarán nuestros hijos, algo que si bien puede convertirnos puntualmente en un ogro controlador a sus ojos, puede evitar problemas a posteriori y una intervención mucho más radical por nuestra parte. Es importante llegar a acuerdos con nuestros hijos sobre cómo gestionar su tiempo y uso, evitando la sobreexposición y compaginándolo con un óptimo tiempo de estudio y responsabilidades personales, cuestión, desde luego, no fácil de conciliar y que a buen seguro nos reportará más de un enfado.
Y de nuevo, en un suspiro, nuestros hijos tardan una hora en vestirse porque no se deciden por qué ropa llevar al cole después de abandonar el uniforme al alcanzar bachillerato. A estas alturas suelen ser bastante independientes y vuelan prácticamente solos, estudiando para alcanzar esa nota que les acerque a su deseado sueño de futuro. Buscarán en nosotros el sabio consejo de la experiencia que, como adultos que nos desenvolvemos en la sociedad, podamos darles. Orientaciones sobre qué puede ser más conveniente estudiar, qué puede tener más salidas al mercado laboral o qué universidad elegir serán temas que a buen seguro tratemos con ellos, pues son nuestros hijos y quién mejor que sus padres para conocerlos, eso sí, teniendo en cuenta de nuevo que somos meros consejeros y que tendrán que tomar sus propias decisiones, pues ellos las afrontarán en un futuro cercano.
Llegará al poco ese día en el que nuestros hijos, convertidos en hombres y mujeres, recogerán el diploma que atestigüe el duro trabajo realizado durante tantos años, momento en el que se nos llenará de orgullo el corazón (y a buen seguro de lágrimas los ojos) y que compensará cada conversación compartida, cada emoción vivida, cada lección preguntada y cada error cometido, porque al verlos con esa enorme sonrisa en la cara, todo el esfuerzo invertido en ayudarlos durante su etapa educativa habrá merecido la pena ¿Quién dijo que ayudar a nuestros hijos iba a ser una tarea fácil?